"Y vi un ángel descender del cielo, que tenía la llave del abismo, y una grande cadena en su mano. Y prendió al dragón, aquella serpiente antigua, que es el Diablo y Sata- nás, y le ató por mil años; y arrojólo al abismo, y le encerró, y selló sobre él, porque no engañe más a las naciones, hasta que mil años sean cumplidos: y después de esto es necesario que sea desatado un poco de tiempo." (Apoc. 20: 1-3.)
"Por la manifestación de su Espíritu, Dios obra para reprender y convencer al pecador; y si se rechaza finalmente la obra del Espíritu, nada queda ya que Dios pueda hacer por el alma. Se empleó el último recurso de la misericordia divina. El transgresor se aisló totalmente de Dios; y el pecado no tiene ya cura. No hay ya reserva de poder mediante la cual Dios pueda obrar para convencer y convertir al pecador".
"O si su pecado no hubiese sido de presunción podría haberse ofrecido en su favor un sacrificio expiatorio. Pero sus pecados estaban tan entretegidos con su ministerio como sacerdotes del Altísimo en el ofrecimiento de sacrificios por los pecados, y la obra de Dios había sido tan profanada y deshonrada ante el pueblo que no había expiación aceptable en su favor. Su propio padre, a pesar de que era sumo sacerdote, no se atrevía a interceder por ellos; ni podía escudarlos de la ira de un Dios santo" (Patriarcas y profetas, p. 628).
"No habían comprendido que su fe era tan sólo una fe nominal, y que habían perdido su poder de prevalecer con Dios. La ley de Dios, contenida en el arca, era también un símbolo de su presencia; pero ellos habían escarnecido los mandamientos, habían despreciado sus exigencias, y agraviado al Espíritu de Dios, al punto de hacerle alejarse de entre ellos. Mientras el pueblo obedeció los santos preceptos, el Señor estuvo con él para obrar en su beneficio mediante su infinito poder; pero cuando miró al arca sin asociarla con Dios, ni honró su voluntad revelada obedeciendo a su ley, no le fue de más ayuda que un cofre cualquiera. Su pecado lo había separado de Dios, y él no podía darle la victoria antes que se arrepintiera y abandonara su iniquidad" (Patriarcas y profetas, p. 633.
1 Juan 5:10-21 “El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo... este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. El conocimiento de la vida eterna. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios. Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda [Cristo], y el maligno no le toca... Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno... Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna. Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén.